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Mujeres en la música es una asociación de ámbito nacional que trabaja en potenciar, divulgar y promocionar el papel de las mujeres en la música clásica, especialmente en los aspectos tradicionalmente más desatendidos.

HAYDN Y LAS AUTORAS DEL CLASICISMO VIENÉS


Notas al programa de Jacobo Durán-Loriga


La celebración del año Haydn, por el 2º centenario de su muerte, es buena ocasión para acercarnos al entorno del clasicismo vienés. Además de los gigantes, Haydn y Mozart, hay una pléyade de compositores nada desdeñables con Gluck, Michael Haydn o Ditters von Dittersdorf entre los destacados. Hoy acompañan a la figura del padre de la sinfonía dos compositoras, a las que hay que añadir al menos, a Maria Therese von Paradis y a Marianna d’Auenbrugg para ser completos.

La sonata que abre el programa es la tercera de una serie que Haydn dedica a la princesa María Esterhazy. Es más una sonatina en dos movimientos que una sonata, sobre todo si la comparamos con las de madurez, periodo al que pertenece, ya que fue compuesta en torno a 1783. El primer movimiento presenta un tema binario con cuatro variaciones muy expresivas. La forma se sitúa entre las variaciones y el rondó, y contrasta con el buen humorado finale, una fantasía de jovialidad no empañada por los cromatismos.

Mayor entidad tiene la sonata, fechada en torno a 1770, que cierra el concierto. El primer movimiento, en forma sonata, es rico en efectos dramáticos, ornamentación y felices hallazgos armónicos. El tiempo central, una joya en re bemol mayor, sugiere otro mundo expresivo, conmovedor, con momentos de intensidad prerromántica. Contrasta con el virtuoso finale, en forma sonata, cuya luminosidad es la propia del siglo de las luces.

Josepha Barbara von Auernhammer (1758-1820) fue una compositora y pianista vienesa mucho más próxima a Mozart que a Haydn. Cuando el joven Wolfgang se instaló en Viena, ella fue una de sus primeras discípulas de piano, e intentó, sin éxito, que la relación fuese más allá de lo pedagógico. Mozart le dedico las seis sonatas para violín y piano conocidas como “Auernhammer Sonaten”. También consta que Josepha ayudó a su maestro corrigiendo las pruebas de imprenta de varias de sus obras. Como pianista realizó una carrera brillante, en sus conciertos ofrecía con frecuencia las obras de su maestro. Como compositora, Auernhammer tuvo una marcada predilección por las variaciones, y su escritura muy idiomática, es propia de una instrumentista que compone sin adentrarse en complejidades compositivas.

Las Variaciones sobre “Der Vogelfängar bin ich ja” están fechadas en 1792, el año de la muerte de Mozart. Nada hay de fúnebre en ellas, al contrario; la composición toma como tema una de las arias más ligeras de “La flauta mágica”, el fragmento que presenta a Papageno, con las características escalas de la flauta de pan. Esas escalas aparecen tanto en el tema como en las seis variaciones. La técnica es la habitual en la época, con valores cada vez más breves y una penúltima variación en tempo lento y en modo menor.

Con Marianna Martines (1744-1812) estamos ante una compositora de gran relieve, cuyas dimensiones son aún difíciles de apreciar ya que lo más importante de su producción, las obras vocales, han sido escasamente interpretadas. La autora, que pasó toda su vida en Viena, ha sido presentada de manera abusiva como española por su origen en algunas ocasiones.

Vivió su juventud en una casa en la que coincidieron diversos personajes muy representativos de la Viena del momento. La planta noble era ocupada por una princesa Esterhazy, la madre de los que serían patronos de Haydn. También el edificio albergaba a Pietro Metastasio, el poeta de la corte y el más prominente autor de libretos del momento, y en el desván encontró refugio un joven de 22 años, por entonces desconocido: Franz Joseph Haydn.
Metastasio tomó gran aprecio por la joven Marianna, se encargó de su instrucción enseñándola italiano, francés e inglés. Ante las dotes musicales de su pupila, buscó un profesor de canto, Nicola Porpora, contrapunto, Giuseppe Bonno y del clave se encargaría Haydn. Cultivar el talento de Martines trajo como resultado que ésta fuese aceptada, como miembro honorario por la Academia Filarmónica de Boloña. Además de como compositora, Martines fue una destacada clavecinista, cantante, y profesora de música. Ya en la madurez su salón era frecuentado por la sociedad vienesa, con Mozart como asiduo participante en las veladas.

De la producción de Martines nos ha llegado una cuarta parte de las 200 obras que se cree que escribió, entre estas, una sinfonía y tres conciertos para teclado. Se cree que compuso una treintena de sonatas para clave, de las que tan solo se conservan tres, todas obras tempranas. Dos fueron escritas cuando la autora apenas contaba con 20 años y la última a los 25. Nada permite pensar que sean representativas de una compositora que alcanzó lo 68 años de edad.

La sonata en La mayor, de corte preclásico, escrita entorno a 1765, recuerda la escritura de C. F. E. Bach y de las obras tempranas de Haydn e incluso de Scarlatti. Predominan las frases breves y un claro gusto por la ornamentación, muy clavecinístico. Los dos movimientos extremos tienen forma sonata con desarrollos breves. El central, en la tonalidad homónima menor es de forma binaria y en el se aprecia un deseo de experimentar con las modulaciones.

La sonata en Sol mayor, de 1769, muestra mayor madurez, gran fluidez rítmica así como el dominio de los recursos armónicos. La estructura es idéntica a la anterior: tres movimientos con la misma tonalidad pero pasando a menor en el tiempo central. Su factura es la propia del periodo en el que conviven el clave y el piano aunque el tiempo lento parece aún característico del instrumento antiguo. Toda la obra presenta grandes atractivos, sólidos desarrollos y expresivas modulaciones; unas características que nos hacen desear que se encuentren otras obras posteriores de Martines para teclado, que la sitúen definitivamente entre los nombres de referencia del clasicismo.

Jacobo Durán-Loriga

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